Por: Bienvenido Corcho Tavío  

Según sus propias memorias[1], Samuel Feijóo, quien se autoapodó "el sensible zarapico", cuenta brevemente de su efímera relación con Mataguá.

Sucedió que su padre Florentino Feijóo, quien era boticario en Báez se enamoró de Amelia Crespo, ambos en la flor de la juventud. Al principio todo iba bien en el noviazgo, pero pronto Florentino tuvo desavenencias con la familia de la novia ya que algunos en el pueblo lo habían acusado de homosexual. Los padres de la muchacha escandalizados, de seguro habrían desautorizado tal relación, pero se les ocurrió antes, enviar a dos de sus hijos a investigar al sospechoso. Las pesquisas, tanto en el poblado de San Juan de los Yeras de donde era oriundo Florentino, como en el propio Baéz dieron negativo y en 1913, luego de aclarado el espinoso asunto, se casan.

Tal vez, para no ser la comidilla de las malas lenguas, decidieron venir a vivir a Mataguá. Aquí Florentino comienza a trabajar en una sastrería, pues unos tíos de San Juan le habían cedido tijeras, cartabones y otros enseres que le permitían iniciarse en el oficio de sastre. Así lo cuenta el zarapico:

"Mi padre destruida la calumnia, logró la novia. La trajo al silvestre Mataguá, en sus dieciséis años temblorosos, a la trastienda en la pobrísima habitación de su casita de sastre. Allí fui engendrado."

Luego, como se acercaba el paritorio, Florentino, para mayor seguridad, lleva a su esposa hasta San Juan de los Yeras, pues allí tendría los cuidados de la abuela paterna de Samuel. Unos meses después vuelven, ya con Samuelito, de nuevo a Mataguá. De esta forma, aunque establecida su familia aquí, el zarapico nació en San Juán de los Yeras el 13 de marzo de 1914, lugar que sí ejerció gran influencia en su personalidad pues fui allí donde se desarrolló parte de su infancia y su juventud."

Más adelante expone Feijóo el año en que abandonó nuestro poblado para establecerse en La jorobada, lugar que recuerda con mayor nitidez.

"Por 1916 mi padre salió de Mataguá a La Jorobada, un más silvestre barrio campestre, a nueve leguas de San Juan de los Yeras para ejercer su antiguo oficio de boticario”.

Rodeado de matagüences vivió sus primeros dos años de vida el hombre que luego, lograría una autodidacta y sólida formación para ganarse un merecido puesto en la cultura cubana. Aquí dio sus primeros pasos y pronunció sus primera palabras, aquí respiró nuestro aire rodeado por la exuberante naturaleza de entonces.

En conclusión, de tales acontecimientos podemos inferir dos cosas: la primera, que entre los años 1913 a 1916 de los que cuenta Feijóo, Mataguá era un "silvestre barrio", apenas un villorrio que en poco debió superar a La Jorobada, hasta lograr un mayor desarrollo años después, con la llegada del ferrocarril.  Y la segunda que el zarapico de Cuba, el gran folklorista, intelectual de profundo arraigo, el autor de Juan Quin Quin en pueblo Mocho, fue engendrado y luego vivió los dos primeros años de su existencia en Mataguá, solo eso, sin embargo, para nosotros significa mucho.