Por: Bienvenido Corcho Tavío

A finales de los años 60 del pasado siglo, se difundió mucho en Cuba un vehículo de transporte de pasajeros, ideado fundamentalmente para las zonas rurales: la guarandinga. Desde aquellos años hasta nuestros días es mucho lo que ha llovido, sin embargo, ese medio de transporte se ha mantenido, y todavía existen en casi todos los municipios rurales y montañosos del país.

Pero las primeras guarandingas que recuerdo fueron construidas con los camiones “zil-130”, famosos por el excesivo consumo de combustible. Luego se han montado guarandingas sobre diferentes camiones, como los B-8, Kmaz, Kp3 y otros, según la topografía de la región a la que fueran asignados. Por ejemplo, en la zona de Manicaragua, han sido los Kp3 los ideales para trepar las montañas de Jibacoa y sus alrededores. No obstante, también se ha utilizado y se utilizan los criollos ómnibus Girón, que han sido los verdaderos “héroes” del transporte en  el periodo revolucionario.

   En Mataguá, lugar donde vivo, todavía existen una o dos guarandingas que, montadas sobre camiones IFA, cubren varias rutas. Es de destacar que en todos los años de dependencia soviética, casi la totalidad del parque automotor del país provenía de la antigua URSS, y luego de la abrupta caída del comercio entre ambos países, por el derrumbe del campo socialista, muchos de estos camiones se mantienen funcionando a base del ingenio de los técnicos y mecánicos en cada localidad.

El caso es que, hasta la cultura popular se ha inspirado en este artefacto rodante, muy útil, pero al ser un híbrido de ómnibus y camión, no conserva la estética y las comodidades de aquel. Y a mí siempre me llamó la atención aquella cuarteta que algunos le achacan al poeta improvisador villaclareño José Manuel Herrera, El Casimbero, y aunque contiene un lenguaje prosaico, (ya no tan grosero como años atrás), es digno de mencionar aquí, por la originalidad y la gracia de su factura. Dice así:

Yo no monto guarandinga

porque me da la impresión,

que no es guagua[1], no es camión,

ni la cabeza e’ la pi…

Y no pongo la palabra final completa, porque es fácil imaginarla, dado el prominente uso que ha adquirido en el lenguaje del cubano contemporáneo, pero ese es otro tema del cual poseo un artículo que nunca será publicado.