Una casa va a morir
Por: Bienvenido Corcho Tavío
La Casa Grande no es una casa nueva, pues hemos precisado su fecha de fundación en el remoto 1885, memoria rescatada de un antiguo documento de su propietario: Belisario Miyar, y que posee un timbre en su extremo superior izquierdo que da fe de ello. Es de suponer, por la fecha, que esta primera edificación no se hallaba en el lugar actual sino en el antiguo Mataguá, pues algunos testigos aseguran que el poblado vino a conformarse donde hoy se encuentra cuando apareció el ferrocarril, es decir, a finales de la primera década del siglo pasado.
El timbre de un documento de Belisario Miyar, propietario de La Casa Grande, fecha su creación en 1885.
La prueba gráfica más antigua que ha llegado a nosotros data de 1912,[1] donde se evidencia que fue esta bodega una de las primeras construcciones alrededor de la cual se fue conformando Mataguá. Se dice que el ferrocarril se proponía llegar hasta el poblado de Báez. Su propósito fue el transporte de madera y caña de azúcar de las colonias recién fundadas por los alrededores.
Así fueron migrando los pobladores, desde el río Mataguá (hoy Los Pasos) en busca de nuevos empleos y mejores condiciones que aparecieron con el auge de la
Frente de La Casa Grande que contiene (en 2007) su identificación superior torneada en láminas de metal.
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industria azucarera en el lugar. Sería entonces la oportunidad que aprovechó la familia Miyar para trasladar muchas de sus propiedades, y entre ellas la bodega que ya había sido fundada en 1885 bajo el rótulo de "La Casa Grande".
Si nos detenemos a la entrada, podemos apreciar que conserva todavía el frontispicio con la identificación original hecha con delgadas láminas de acero torneado y en la parte inferior entre el piso y la acera, alguna que otra argolla derruida por el óxido. Mirando las imágenes, puede uno imaginarse a los paisanos de guayabera, sombrero y polaina que llegaban al caserío sudando los calores del trópico.
Lo primero sería anudar las bridas de los caballos a las argollas, después hacer las compras, tomarse una limonada o un trago de aguardiente, (pues en materia de bebidas siempre han existido los valientes) para volver luego a sus retiros de los campos aledaños, donde les esperaba la rudeza del trabajo y el espejismo de los sueños de la época.
No se aprecia en las fotografías antiguas, como es lógico, el patio interior que luego, (no se sabe en qué año) tuvo su molino de viento (en pie hasta la década del 70) para surtir del agua fresca a los dueños, (Pablo Miyar, integrante de la familia más acaudalada de la zona) quienes habían construido su casa junto a la bodega.
Después del año 59 cuando fue intervenida por las autoridades del gobierno revolucionario continuó, sin embargo, siendo una tienda, y aunque sufrió divisiones y modificaciones, su aspecto externo se mantuvo inalterable hasta el día de hoy en que al parecer la edificación no puede ya salvarse del inexorable paso del tiempo.
Retomando el poema de Vallejo, podemos imaginar lo mucho que ha vivido esta anciana que descansa, hoy a inicios de 2008, mientras espera el desenlace final. Cualquiera que sea, una restauración o una demolición, dejaría ya de ser la que fue en materia de arquitectura y quedarían sólo las fotos y el recuerdo de la que ha sido tal vez, la más antigua obra constructiva de Mataguá. Nosotros los fundadores de este proyecto cultural respetamos su tenaz resistencia y la honramos perpetuando su nombre.
[1] Teniendo en cuenta este dato, esta construcción tiene ya más de un siglo de construida. Actualmente, (2015) a causa de varios derrumbes, no se conserva más que un pequeño espacio donde funciona la bodega todavía con el mismo nombre. Nota del autor.
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